En lo que va de esta temporada, en Chile ya se contabilizan 745 incendios -al 9 de noviembre-, lo que implica un 2% más que en el mismo periodo del año anterior, y un 84% más respecto al promedio de los últimos cinco años. Si bien la superficie afectada ha disminuido en lo que va de este año, los incendios forestales son una amenaza permanente para Chile y sus consecuencias pueden ser devastadoras. Así lo vimos en 2017, la peor temporada de fuego de la historia reciente del país, en donde junto a la destrucción de casi 600 mil hectáreas -86 mil de ellas bosque nativo-, el impacto del fuego golpeó también directamente a las personas, con más de tres mil damnificados y once víctimas fatales.
Luego, en 2019 los incendios se duplicaron en relación a 2018 y ya este 2020 los pronósticos no son alentadores. A pesar de que el dramático déficit hídrico se redujo en la zona centro y sur gracias a las precipitaciones, éstas mismas lluvias generan un crecimiento de vegetación herbácea, principalmente pastos, que ante un verano seco y cálido generan más combustible para incendios.
A estas señales de preocupación se suma también la advertencia del reporte Fires, Forests and the Future, lanzado por WWF en agosto último, el cual reveló que el número de alertas de incendios en todo el mundo había aumentado en un 13% en comparación con el 2019 (al mes de abril). Este dato no es menor, ya que justamente 2019 fue un período récord para incendios en Sudamérica y el mundo. Las principales causas de este panorama son la persistencia de un clima más cálido y seco debido al cambio climático, y la deforestación causada principalmente por la conversión de tierras para la agricultura.